lunes, octubre 02, 2006

El ascensor

No me gusta encontrarme a nadie cuando voy a coger el ascensor. No me ha gustado nunca. Ya de pequeña, con mi hermano, poníamos la oreja en la puerta, antes de salir por si había algún vecino en la escalera para no coincidir.
O hacía carreras por la calle para llegar antes, o ralentizaba el paso hasta el infinito para no encontrármelos. De pequeña y de mayor. Porque, la verdad, ahora también lo hago; el otro día pasé de largo por la escalera de mi casa porque vi dentro a una vecina.
Después no sabía que hacer, pero yo iba muy digna calle arriba.
Y con mis hijos a veces también lo hago, -rápido, rápido, sube! y siempre me miran raro. Aunque no les doy muchas explicaciones que después lo largan en cualquier sitio.

No me gustan los vecinos en el ascensor. Tienen conversaciones tontas e insubstanciales y a mi me molestan, ellos y sus conversaciones.
Y nadie tiene narices para no abrir la boca durante todo el trayecto, claro, queda fatal.

Así que ya sabeis: si oís ruidos en la escalera no salgais. Son ellos, los vecinos.