domingo, junio 26, 2005

La casa de mis padres.

La casa de mis padres es más bonita y acogedora desde que ni mi hermano ni yo vivimos allí.
De esto me di cuenta ayer, sábado por la tarde, sentada en la habitación donde suelen leer el periódico. Siempre voy los sábados por la tarde, los niños corren arriba y abajo en ese paraíso infantil donde las cabañas de sábanas y cojines están permitidas. Donde casi todo está permitido para solaz de los más pequeños.

La casa de mis padres es en extremo acogedora; suele ser un lugar de encuentro y reencuentro y siempre escucho a los niños reir felices. Es fácil sentarse y hablar, o sentarse y callar. Me gusta ir allí y comprobar cómo ellos han reconstruido su hogar después del paso de los hijos, más a su gusto, lleno de plantas y con un aire limpio. Alejados de los problemas viven sus años de reencuentro y sigo como siempre admirándolos y agradeciéndoles el calor que me han dado a las verdes y a las maduras. Un vivo ejemplo para mí a seguir.