lunes, mayo 02, 2005

Un placer perverso

La primera vez que cayó en mis manos un libro con las páginas por abrir, pensé que ya había pagado y que vaya gracia tener que pasar el cuchillo, hoja por hoja, para poder leerlo.
Un día, sin embargo, tiempo después, mientras abría otro libro de estos, me descubrí pensando que nadie más había podido leer ese mismo libro. Sería, pues, yo la primera en hacerlo y la única porque el libro era mío.
Me pareció un placer perverso; desde entonces no me quejo cuando cae uno de esos libros entre mis manos y es como si las letras se escribieran sólo para mi, y aparecieran sólo para mi y se dejaran sólo para mi.