viernes, abril 01, 2005

De Venecia me quedo con

De Venecia me quedo con su silencio.
El suave romper de la quilla del transbordador hendiendo las aguas del canal: ese flushhh suave y contínuo, rítmico.
Sin coches, la ciudad me parece un regalo para los oídos, todos sus sonidos son humanos, de dimensión humana: el martilleo del que pica la piedra para hacer el adoquín, la serrería dos calles más abajo, las voces que aparecen y desparecen según tuercen calles y canales, las campanas.
Un silencio acuático y envolvente, rumor de rumores.
Me quedo con el ir y venir de los venecianos andando rápidos saltando turistas anonadados.
Me quedo con la viejecitas charlando tranquilamente en el embarcadero esperando a que se vaya su amiga con el vaporetto de las 8 y 10.
Me quedo con las luces en las ventanas, pocas, entre canales, cuando cae la noche.
Me quedo sin duda con sus noches, oscuras y tililantes, de poca luz y menos palabra, llenas de escondrijos y reflejos bajo el agua.
Me quedo con sus calzone y sus gelatti, y me quedo con la parte de detrás de Canareggio, donde hay los embarcaderos para ir al cementerio y a Murano: una zona revoltosamente marina y relajada, con gaviotas y marineros con pata de palo, donde es facil imaginar el barco pirata y la araña de cristal.
Me quedo con la lancha de correos que es roja de rojo cereza. Me quedo con la playa del Lido al atardecer de un día soleado, entre brumas.
Me quedo con los muelles y sus plazas donde hay chavales que juegan a pelota: porque en Venecia en casi todas las plazas se puede jugar a pelota.