jueves, febrero 17, 2005

El origen

Cuando se acercaba el día del parto de mi segundo hijo fui a hacerme la prueba de monitorización, que básicamente consiste en que te pongan algo parecido a un par de cinturones que envuelven la barriga para poder oir el corazón del niño y comprobar su estado.
Como era mi segundo hijo estaba más tranquila, era una tarde de finales de otoño y me encontraba realmente cansada a aquellas horas de la tarde.
Me tumbé, me aconsejaron que me relajara y me preguntaron si deseaba oir el corazón de mi hijo. Estaría unos 15 minutos en silencio.
-Sí, claro, dijimos los dos.
Yo ya sabía que sería como el ruido de un tren que se acerca, porque en esa máquina confluyen dos sonidos: el del líquido amniótico que es como rumor de burbujas y el del corazón que palpita muy grave y muy rápido. Efectivamente empezamos a oir al tren y nos alegramos.
Inmediatamente cerré los ojos dejándome llevar por el run-run y me fui adentrándo en el simple sonido. Cada vez más perfecto y cada vez más único; no había cama, ni consulta, ni médico, ni luz, ni palabra.
Primero pensé que era el recuerdo del sonido del corazón de mi primer hijo, pero no, iba más y más adentro, cada vez más atrás, todo mi cuerpo y mi mente oyendo tan sólo el bombeo del corazón aquél, el de mi hijo, sólo que en ese momento ya no lo oía porque ahora era ya mi corazón palpitando dentro de mi madre. Y sentí el principio y el origen unido a una sensación de bienestar y placidez maravillosa.