martes, enero 11, 2005

Una imperdible lectura . Segundo diario mínimo. Umberto Eco.

"Era una mañana, les había prometido un regalo al hijo de mi amigo, y entré en los grande almacenes de Frankfurt, para pedir una pistola de tambor. Me miraron escandalizados. No fabricamos juguetes bélicos, señor. Como para helársele la sangre a uno. (...)
He tenido una infancia fuertemente, exclusivamente, bélica: disparaba entre los arbustos con cerbatanas hechas en el último momento, guiaba asaltos de arma blanca, me perdía en batallas sangrientísimas. En casa, soldaditos. (...)
De esta orgía de juegos bélicos ha salido un hombre que ha conseguido hacer dieciocho meses de servicio militar sin tocar un fusil y dedicando las largas horas de cuartel a severos estudios de filosofía medieval;(...)
¿Y mañana? Qué le sucederá a una infancia a la que la Navidad industrial trae muñecas americanas que hablan y cantan y se mueven solas; autómatas japoneses que saltan y bailan sin que la pila se gaste nunca; automóviles con mando a distancia cuyo mecanismo se ignora siempre...
Stefano, hijo mío, te regalaré fusiles. Porque un fusil no es un juego. Es el punto de partida de un juego. De ahí tendrás que inventar una situación, un conjunto de relaciones, una dialéctica de acontecimientos. Tendrás que hacer pum con la boca, y descubrirás que el juego vale por lo que le pones dentro, no por lo que encuentras ya confeccionado. Imaginarás que destruyes enemigos y saciarás un impulso ancestral que ningún incordio de civilización conseguirá ofuscar jamás(...)".


En un viaje a Brasil, y pensando en este artículo, me decidí a comprarle a mi hijo mayor (6) -voy a hacer como en La Vanguardia, que pone la edad de la gente de la que habla entre paréntesis y a veces crees que es otra cosa-, me decidí, digo, a comprarle un arco con flecha de una tribu india del Amazonas.
El arco en cuestión era para niños, es decir, era un arco pequeño, apropiado a la estatura de mi hijo -pensé.
Compré el arco por dos motivos: 1º porque lo ví, 2º porque de todas las armas me parecía la más poética. Lo cogí en mis manos y comprobé lo que suelo comprobar con los arcos, que requieren fuerza para tensarlos bien y encima cierta perícia para saber colocar la flecha de tal forma que salga proyectada sobre el espacio describiendo ese "arco" preciso sobre el aire.
El padre de mis hijos tuvo más suerte: sencillamente la flecha salió disparada de una punta a la otra de la habitación con una velocidad y una precisión increíblemente mortífera. El arco, claro, era para cazar... y yo casi que vi la cabeza de mi otro hijo (3) atravesada.
Así pues, le enseñamos el arco a mi hjo y lo guardamos hasta su mayoría de edad. Después, él dirá.
Al pequeño ni olerlo porque ese sí que a la que puede estira su brazo, junta los dedos índice y corazón mientras que el pulgar describe un ángulo recto y dice: puj, puj. Y ñi, ñi como Atori el ninja.

1 Comentarios:

A las 12:56 p. m., Anonymous Marta dijo...

Lo leí en mis vacaciones de verano. No paré de reir ante la genialidad de Eco en su relato de hechos comunes en la vida de la gente.
Recomendado!!

 

Publicar un comentario

<< Home